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miércoles, 19 de enero de 2011

EL QUE SUFRE… ¡ES PORQUE QUIERE!



El ser humano es un ser bastante complejo; lo suficiente como para hacerse la vida de cuadritos cuando en realidad es cíclica, lo suficiente complejo como para oír las cosas tan ofensivas o agradables como sus ciclos hormonales o los días laborales se lo permitan y lo suficientemente complicado como para querer sufrir demás cuando las cosas pueden ser “relativamente” simples, ¿A qué voy con todo esto? Bien, hace algunos días que hicimos nuestra lista de propósitos de año nuevo y seguro en más de un punto contemplamos el delicadísimo tema de: “la pérdida de peso”; con base a eso, juntamos todo lo que nos queda de resignación y dignidad y emprendemos nuestro viaje por incontables tiendas naturistas, centros de productos “nutricionales” (¿GNC les suena familiar?), farmacias de todo tipo, tiendas de almacén, cajones de archivos viejos (donde coleccionamos la dieta del sol, la luna y las estrellas, la de la famosísima “sopa de col”, la dieta de “los 3 días”, la del “chicharrón”, la “Mediterránea”, etc. Todas comprobadísimas porque todas las mujeres de la familia, léase tías, hermanas y primas; la han hecho cuando menos 5 veces en su vida y les fueron increíblemente funcionales hace quince años ¿Por qué no lo serían ahora?), centros de acupuntura, mesoterapia, hieloterapia, tratamientos de reducción láser, módulos de TV marketing donde conseguirá “la pastilla 100% natural que le permitirá perder esos molestos rollos de grasa que lo tienen tan incomodo e inseguro”, o la crema “fría y caliente” que permite eliminar toda la grasa corporal a través de la orina (No existe explicación fisiológica para ello… Por eso debe ser toda una maravilla ¿No? ¡Por favor, no haga a un lado mi sarcasmo!); en fin, exploramos toda propuesta comercial que creemos pueda facilitarnos el duro proceso que decidimos comenzar este año nuevo, ya que estamos lo suficientemente “traumados” como para castigarnos rigurosamente y saldar los errores cometidos (o más bien, “comidos”) aunque sea viviendo a base de lechuga y agua de clorofila, aunque cueste vivir con la comezón horrenda que causa esa crema que ha decidido untarse para “moldear su figura”, aunque la pastilla “100% natural” que se compró le genere dolor de cabeza todo el día o peor aun, lo tenga sentado todo el día en el baño con fuertes cólicos o que , incluso muera de asfixia y calor por la faja remodeladota con aloe y algas marinas que promete desaparecer su “abultadito” vientre, etc. En fin, queriendo simplificarlo todo, lo complicamos más; creyendo que la vida se va a solucionar con destapar un bote de pastillas, con lograrnos meter en una faja, con soportar el dolor físico que generan las inyecciones de la mesoterapia, etc. Nos ponemos en grave peligro de atentar contra nuestra vida, nuestra salud y ¿Por qué no decirlo? De nuestra Billetera. Créanme queridos lectores, no hay nada mejor que un camino bien andado, que un hábito bien aprendido y que una pacífica adaptación al entorno; en breve, no hay nada mejor que: aprender a comer. ¿Cree que si fuera cierto todo lo que anuncian en TV para bajar de peso segaríamos siendo de los primeros lugares a nivel mundial en obesidad y sobrepeso infantil y de población adulta? ¿Cree que seguirían sacando cada vez más productos nuevos, si uno sólo es la total panacea? ¿Cree que si de verdad fueran seguros esos productos, las etiquetas tendrían esa famosa frase de: “Este producto no es un medicamento, es responsabilidad de quien lo recomienda y quien lo consume”? ¡Por supuesto que no! Este es un mundo regido por la mercadotecnia más que por la conciencia, por la ignorancia más que por la cultura de la salud y regido por la ley del mínimo esfuerzo y/o de la comodidad; por eso somos presa fácil de todas esas campañas comerciales que hay hoy en día. Sabemos que no hay nada mejor que invertir en la educación, ¿Por qué sólo aplicar esta frase a las escuelas primarias o secundarias? ¿Por qué no canalizar todos nuestros esfuerzos y ganas de ser físicamente mejores a un tratamiento nutricional que no sólo nos saque del apuro de entrar en el vestido de la boda que tenemos a medio año, sino que nos ayude a formar hábitos buenos de por vida? ¿Por qué no acercarnos a profesionales de la salud que han estudiado años el tema de la alimentación, de su relación con la salud, con la parte emocional, etc.? ¿Por qué no incluir a los nutriólogos en los primeros lugares de nuestra lista de sitios a visitar para conseguir los medios que nos hagan bajar de peso? Puedo asegurarles queridos lectores, que los beneficios y resultados que obtendrán de un tratamiento nutricional, que normalmente no es ni “turbo” ni “mágico, serán mucho más duraderos, muchos más notorios y mucho más saludables, que cualquier resultado que consiga usted por su cuenta y/o con apoyo de “muletas” falsas como las que ya se mencioné anteriormente No tenga miedo de experimentar, de conocer, de informarse y de reeducarse con respecto al tema de la comida; en verdad le digo: “El que sufre… Es por que quiere”; cuando de una buena nutrición se trata, morir de hambre o comer mínima cantidad de calorías, hacer malabares o el papel de “fakir” ¡Nunca será el principio básico! Lo mejor es aprender a comer de todo en cantidades moderadas. ¡No tenga miedo de hacer las cosas bien! Seguramente los resultados le sorprenderán.

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